jueves, 8 de febrero de 2007

Bianca: un cuento de la escritora argentina Nadine Alemán

NADINE
Alemán
"Realidad y fantasía
siempre convivieron..."
Foto: Nadine Alemán, Santiago de Chile,
febrero de 2007
Una de las figuras de mayor proyección de la actual narrativa argentina es Nadine Alemán. Licenciada en Cine y Televisión por la Universidad Nacional de Córdoba, nacida en la Patagonia argentina está radicada en Chile desde hace tres años y divide su tiempo entre el trabajo audiovisual y de escritura de guión, como también los proyectos literarios narrativos y poéticos. Se encuentra en la actualidad terminando su segunda obra literaria. Esta vez optó por la escritura de poemas y tangos que prontamente saldrá a la luz en Buenos Aires.
Su primer libro de cuentos 17 Simples cuentos sorprendió por la capacidad de síntesis y del dominio de la tensión narrativa. Sus personajes son seres locales provenintes de su vida en el sur patagónico, pero con claros matices universales. Su capacidad para recrear situaciones y construir historias nos seguirá dando gratas noticias, porque su proyección es indiscutible. Para este blog, ella me entregó este sorprendente cuento breve...

un cuento de 17 cuentos simples

BIANCA ENCIERRA

“Era tan pero tan profunda nuestra alianza, que nos encontrábamos todas las tardes en nuestra muda locuacidad”

(Nadine Alemán)

Bianca encierra las pocas ovejas en el corral todas las tardes. Y vuelve al rancho con las piernitas envueltas en abrojos y temblando por el frío hostil de la cordillera. Bianca y su vida suspendida. Bianca con ese padre viejo y acabado que no le dio más vida que esa vida, llena de ausencias. Bianca y las estrellas.Pero ella sale inmutable cuando lo oye decir, a veces como única frase en todo el día: “¡Bianca, encierra!”. Ella sale del rancho y encierra todo lo que puede, las gallinas, las ovejas, la puerta de la despensa. Hace todo lo que él le pide mientras lo ve envejecer. Hace el pan (le pone harina de la buena y lo amasa con leche fresca para que quede mas blando y no le arruine los dientes al viejo), y no se queja del agua helada del arroyo cuando lava la loza. Le compra pilas nuevas a la radio, pega el hule del mantel cuando se raja, zurce repasadores y medias. Hasta pesca con la latita en el arroyo para que no sean siempre fideos, papas y carne. Y cuando va al pueblo, Bianca tarda. Hace despacito el camino de regreso, como soñando que nunca llega.A su padre lo acuesta, lo levanta, calienta el agua en el tanque de la cocina a leña y le prepara el fuentón de lata para bañarlo. Y apaga las velas temprano para que Ella, la Muerte, si llega no lo vea. Espera la noche para dejar las cortinas corridas y desde su cama ubicada estratégicamente bajo la ventana, ve las estrellas lejanas que la helada vuelve mucho más brillantes, como un regalo íntimo, solo para ella. Ni bien se acuesta se pierde en un viaje único. Es otra, vive otra vida, goza el destierro nocturno y se hace a él soñando que tiene amigas, que tiene marido, que tiene hijos, que tiene calor y que tiene un destino. Así se duerme hasta el otro día, cuando al amanecer otra vez se levanta, otra vez suelta las gallinas, las ovejas, abre la puerta de la despensa. Otra vez el día, la luz, el campo, el trabajo duro, el viento y su padre. Pasando como siempre las horas lentas, hasta el atardecer, donde vuelve a encerrar.Y sobre todo Bianca encierra. Encierra esas ganas de dejar esa noche las velas encendidas para que si Ella, la Muerte, esta noche viene, entregárselo de una vez y perderse otra vez en la vida que ella tiene en las estrellas.-